Otra Sociedad CLXXIII

Inevitablemente eso le hace sonreír, ha sido escuchar su voz y pasársele el dolor en las rodillas y en las manos, olvidarse del cansancio que fatiga sus músculos, recuperar las fuerzas para seguir moviéndose. Intenta averiguar de donde vienen los gritos de Julia, mantiene la respiración, afina todo lo que puede su oído, y sus gritos todavía se hacen más claros “¡Evaristo! ¡Evaristo!”, si sus oídos no le engañan Julia no puede estar muy lejos, y además si está en alguna parte debe estarlo a su derecha. Gira poco a poco su cuerpo para orientarlo hacía allá donde cree que está Julia, y al girarlo puede comprobar con su mirada que a lo lejos hay una parte grande de la nave, un trozo importante de su fuselaje entre cuyos escombros todo apunta a que debe estar ella. Sin dudarlo ni un segundo más empieza su calamitosa caminata hacia allí donde cree que está Julia. Cada centímetro que avanza le supone un esfuerzo enorme, sus músculos se tienen que tensar al máximo para evitar que su cuerpo acabe pegado como una pegatina al suelo, la espalda es lo que más está sufriendo amenazándole con el cualquier momento partírsele por la mitad, pero no ceja en su empeño y sigue poquito a poquito acercándose hacía de donde provienen las voces. Hasta que su cuerpo cede, sus brazos se doblan, sus piernas se estiran y acaba golpeando con su cuerpo el suelo. Se ha dado un golpe tan fuerte contra el suelo que tiene la sensación de haberse caído desde varios metros de altura y le duele todo su pecho cada vez que tomo aire con sus pulmones, ha estado a punto de romperse todas las costillas de su cuerpo contra el suelo o eso al menos le parece. Sin embargo, los gritos de Julia cada vez son más fuertes y constantes, tiene la impresión de tenerla al alcance de las yemas de sus dedos, por eso saca fuerzas de donde puede y continua, esta vez arrastrándose. La nueva postura ha mejorado en algo la situación, el efecto de la gravedad, eso que está aplastando su cuerpo contra la superficie del planeta se distribuye todavía más sobre su cuerpo, ahora ya no siente esa presión sobre su espalda ni tampoco se estremece de dolor por culpa de que algo se clava en sus manos o rodillas, pero el avance es mucho más lento, la arena y esas partículas de polvo de la que está compuesta desafían a la misma gravedad que lo tiene atrapado y con cada movimiento de su cuerpo de le mete por los ojos, se le cuela por los orificios de su nariz y se le mete por la boca por culpa de como jadea con el esfuerzo de desplazarse. Calcula que ha este ritmo va a tardar varias horas en llegar a donde está ella.

Está muerto de sed, lleno de polvo, no lo sabe a ciencia cierta, pero cree que tiene que tener el cuerpo lleno de heridas por culpa de arrastrase, pero al fin lo ha conseguido. A escasos centímetros de él está Julia, que hace rato dejó de gritar y calló desmayada. Su cuerpo está siendo aplastado por un trozo de la nave, parte de su estructura ha caído sobre sus piernas habiéndolo atrapado contra el suelo, son las vigas que mantenían la estructura de la nave las que impiden que se mueva. Aun así, viéndola en un estado tan lamentable, tan desesperado y en el que parece que la vida se le va a escapar de un momento a otro, no puede evitar volver a alegrarse alegrarse, volver sonreír al por fin estar junto a ella. Suavemente empieza a acariciar su cara, le aparta de ella el polvo que tiene, y empieza a hablarle para intentar despertarla.

  • Evaristo: Julia, Julia, ¿estás bien? Venga despierta, que aunque me ha costado por fin he llegado. Venga porfa, abre los ojos.

Pero no es capaz de hacerla que reaccione, sigue con los ojos cerrados, como dormida, como la bella durmiente esperando a que llegue su principe y la despierte. Lo que pasa que su principe ha llegado y sigue sin despertarse, por eso decide recurrir a algún metro más drástico, y con cuidado y con la poco fuerza que le han quedado tras su lucha contra la gravedad empieza primero a zarandearla, luego a golpearle con la palma de su mano en la cara, hasta que cada bofetada se hace más fuerte, más fuerte, más fuerte. Menos mal que con una de ellas al final Julia se despierta. Tiene los ojos llorosos, la cara llena de polvo, ahora la cara todo colorada por culpa de Evaristo, pero igual que él cuando volvió a verla, Julia sonríe de oreja a oreja cuando lo ve. 

  • Julia: ¿Por qué has tardado tanto en llegar?
  • Evaristo: He tenido un pequeño problema por culpa de la gravedad, no veas como aquí se te pegan los pies al suelo.

Ante la pequeña broma de Evaristo Julia vuelve a sonreír, y eso no puede ser mejor señal para él, por mucho que esté atrapada, no parece que tenga nada grave.

  • Evaristo: ¿Estás bien?, ¿te duele algo?
  • Julia: Si me duele algo, las piernas me están matando, quítame eso que tengo encima ya por favor.
  • Evaristo: En seguida, espera.

Tira y tira con sus manos, de la viga que la tiene atrapada sin conseguir nada, apenas es capaz de mover su cuerpo, como para ser capaz de mover una viga de acero. La desesperación trata de apoderarse de él, pero intenta ocultarla todo lo que puede de su rostro por ella, por Julia, si él empieza a desesperarse Julia que es la que está atrapada va a empezar a pasarlo muy mal. Deja de tirar cuando está completamente extenuado, y llegado ese momento ninguno de los dos se dice nada. Empieza a pensar cual puede ser la fórmula para liberarla, y una idea aparece en su cabeza, “más vale maña que fuerza”, una cosa lleva a la otra y se le ocurre utilizar una palanca.