Otra Sociedad CLXXXI

En ese momento siente como un escalofrío le recorre todo el cuerpo, de arriba a bajo se siente completamente paralizado. Esta vez prefiere guardar silencio y que sean ellos los que digan o hagan algo. Aunque haya matado a muchos como ellos, nunca ha tenido la oportunidad de ver a uno tan de cerca y a la vez con tanta calma vivo, su boca son dos grandes pinzas con las que devoran los alimentos, su cara es alargada y color verde, en ella no puede distinguirse ningún signo de nariz u oídos, en cambio sus ojos ocupan una dimensiones desproporcionadas de su rostro, son gigantescos, de color negro, y compuestos de octágonos diminutos en los que se ve múltiplemente repetido, en todos ellos se refleja con la misma cara miedo. No pasa mucho hasta que empiezan a hablarle, a él siempre le ha parecido y le parecerá que hacen exactamente el mismo ruido que hace un mosquito cuando pasa cerca de tus orejas, un zumbido que es un ruido monótono que únicamente cambia en intensidad, pero que siempre parece decir lo mismo. Evidentemente no entiende absolutamente nada, pero de forma involuntaria en un momento de su monólogo empieza a hacer gestos afirmativos con su cabeza, sí, sí, contesta a todo lo que le dicen sin saber siquiera que es lo que le están diciendo. De forma alternativa habla uno y luego el otro, y del forma alternativa a todos les dice que sí. El dialogo se interrumpe cuando por fin uno de ellos se levanta, como un acto reflejo él da un par de pasos atrás al verlo, ese gesto lo ha sacado del estado hipnótico en el que estaba sumido, por fin deja de decir que sí a todo lo que le dicen, levanta su cabeza poco a poco como si a la vez de hacerlo estuviese midiendo las dimensiones gigantescas de su anfitrión y piensa que si quisiera hacerlo, ahora mismo podría empezar a comérselo. Aun así aguanta el tipo tras los dos primeros pasos atrás, y permanece impasible en su sitio, esperando a que algo pase, esperando a que alguien o algo le explique que es lo que hace allí y porque se lo han llevado. El dialogo, tras ese movimiento, no vuelve a restablecerse, tiene toda la pinta, de que las respuestas a las cuestiones que se ha planteado en su cabeza ya han sido satisfactoriamente respondidas en él, por mucho que él no haya entendido absolutamente nada, el alienígena que se ha levantado lo deja sólo con su otro compañero, quien lo mira con los ojos fijos, sin apartarlos de el ni un segundo, él en cambio le dirige miradas intermitentes, que vuelven siempre con la misma sensación de repulsión al ver como se le cae la baba de su mandíbula, le hace tener la impresión de que está salivando con la idea de comérselo y sólo espera que el alienígena que se ha ido, y que al menos no saliva tanto, vuelva pronto.

Son segundos interminables, quizás minutos, en los que las piernas le tiemblan y no es sólo por culpa de la gravedad que quiere aplastarlo contra el suelo, en los que el corazón le duele como si alguien lo estuviera apretando en su puño, en que no es capaz de fijar la mirada quieta en ningún sitio, en los que vaga por la habitación sin encontrar reposo. Hasta que el alienígena que se había ido vuelve y no lo hace solo. Tiene sus manos, o pinzas, cargadas de lo que le parece que es comida, son como copos de avena gigantes, una torre enorme en una bandeja enorme, acompañados de un tarro de liquido verde. Al llegar a su altura, le deja la comida en el suelo, y con los mismos zumbidos le dice algo que tampoco entiende, pero que al acompañarlo de gestos sabe perfectamente que le está ofreciendo la comida, que le dice que coma, que eso que hay en el suelo es suyo.

No tiene tanta hambre desde que iba al colegio, no sabe lo que es, ni lo que lleva, sin embargo, empieza a hacer lo mismo que el otro alienígena, saliva y saliva con sólo la idea de meter la cabeza en el plato y comérselo todo. Pero siente vergüenza, para hacerlo tendrá que tirarse al suelo y comer como lo hacen los animales en la Tierra, en cambio su anfitrión no hace más que insistirle, “come, come” parece decirle señalándolo primero a él y luego al plato. En ese momento aparece otro invitado inesperado, su tripa empieza a rugir, tanto que se escucha perfectamente y hace todavía más incómoda la situación. No es capaz de resistir más, baja las barreras de defensa, y tras primero comerse su orgullo se arrodilla y empieza a comerse el plato de comida que le ha puesto el alienígena en el suelo. Tras un primer sabor desconcertante en el que no sabe identificar que es lo que está comiendo, descubre que no puede parar de hacerlo, que no sabe a lo que sabe, pero que está buenísimo, y con sus manos apuñados se llena la boca de eso que parecen copos de avena gigantes. No están amargos ni dulces, no es acido, ni salado, no pica, no identifica su sabor con nada que haya probado antes, pero le encanta. Cuando por fin se sacia, logra parar, y sus ojos se fijan en el líquido verde que hay al lado de la comida, supone que eso tiene que ser el equivalente al agua, o zumo, o quien sabe si leche terrícola, aparte de hambre también tiene mucha sed, lleva casi un día entero sin beber, desde que se fueron las dos gotas de agua no ha vuelto a probarla, lo agarra y le pega un trago. No es tan liquido como el agua, es más espeso, es como si fuera gelatina, o mejor salmorejo, además está helado, frío como un cubito de hielo, tan frío que al segundo y tercer trago le hace daño en la garganta, tanto que cuando se ha bebido la mitad del más de un litro que había, le ha desaparecido el calor por completo.

Otra Sociedad CLXXX

Lo han llevado a una casa a las afueras de la ciudad donde fue el mercado donde lo vendieron, en su estructura es igual de simple que las que vio antes, está hecha de barro, es de una sola planta y no le parece que tenga más de dos ventanas y una puerta. Pero a pesar de su simpleza, es enorme en comparación con sus proporciones humanas, en ella se podrían construir varias plantas y varias habitaciones si en ella fueran a vivir personas.

Cuando abren de la puerta de la jaula para sacarlo fuera, ya lleva mucho tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre lo que va a ocurrirle, y ninguna de las opciones que ha barajado han sido optimistas, que si le van a comer, que si lo van a torturar, que si como mucho, y teniendo mucha suerte, va a pasar a convertirse en su esclavo. Por eso cuando la abren, no puede evitar encogerse y alejarse de la puerta, en cambio esta vez no hay ninguna pinza que lo agarre y lo saque como la vez anterior, le abren la puerta y así se queda. Pasa otro buen rato hasta que se vuelva atrever a moverse, otra vez barajando opciones y sopesando cual es la mejor, quedarse o salir, y finalmente decide que la única que le ofrece posibilidades de poder seguir con vida es la segunda. Hace acopio de fuerzas y se levanta, y aunque le parezca increíble esta vez la atracción de la gravedad es mucho menos intensa que las veces anteriores, sin duda su cuerpo, su musculatura, se empieza a acostumbrar a ella y cada vez tiene menos efectos sobre él, esta vez es capaz de levantarse y caminar hasta la puerta, aunque con mucho esfuerzo.

Ya fuera de la jaula mira a su alrededor y confirma que está en medio de la nada, la casa parece un oasis en mitad de un desierto, porque sigue en un auténtico desierto, sin dunas, sin montañas, pero lleno de tierra y rocas, y con una llanura tan extensa como es capaz de alcanzarle la vista. Parece que no tienen ninguna preocupación en que intente escaparse, lo han dejado solo, y tiene que ser él quien haga el esfuerzo de encontrar a alguien, si es quiere encontrarlo. Pero, ¿qué otras opciones tiene? Si se escapa lo hacía hacía un desierto donde le espera una muerte segura en cuestión de horas, ya sea de sed, de hambre, o por culpa del calor o el frío, no cree que sea capaz de aguantar más de un par de días sólo dando tumbos por esa llanura. Camina erguido, sigue sorprendiéndose a asimismo, y la rapidez con la que sus músculos se han adaptado a la nueva gravedad, sin embargo, aunque camina lo hace con mucha dificultad y teniendo la sensación de que en cualquier momento sus rodillas van a ceder y dejarlo tirado en el suelo. Lo hace con dirección a ese caserón que tiene delante, donde espera que alguien lo reciba. Tiene mucha sed y mucha hambre, son esos los dos únicos impulsos que en estos momentos lo mueven.

Al llegar a la puerta se para, confirma las dimensiones gigantescas de la casa, y tras algunas dudas decide probar a abrir la puerta. La empuja con su mano y se abre, pese a que pesa muchísimo, no sabe cual es material del que está hecha, pero no es metal ni madera, parece más roca, de la misma roca de la que está llena el suelo, como si la hubieren pulido y transformado en una puerta. Dentro no hay mucha claridad, las dos ventanas que dan a la vivienda se encuentran un poco tapadas, alguien las ha recubierto con una especie de tela oscura, vamos cortinas, por mucho de que haya cambiado de sistema solar las soluciones a los mismos problemas siguen siendo las misma. La temperatura en su interior baja drásticamente, el barro de la que está hecha y la poca luz que deja pasar a su interior la mantienen fresca, tanto que se le pone un poco la carne de gallina como consecuencia del cambio tan repentino de temperatura. Apenas puede ver, después de venir de una claridad tan intensa como la proporcionada por tres soles, el interior poco iluminado de la casa le ha dejado ciego, aunque sólo temporalmente, sus pupilas poco a poco empiezan a dilatarse y con su nuevo tamaño van captando la poco luz que hay, al final de ese proceso, es capaz de distinguir dos figuras al fondo de la casa apoyadas en una mesa enorme. Otra vez las malditas dudas, otra vez no sabe si acercarse hasta ellas o no, pero las opciones siguen siendo las mismas, ¿a donde va a ir?

Se acerca a ellas sin hacer apenas ruido, da cada paso con mucha cautela, además la gravedad tampoco es que le ayude a ir mucho más rápido. Son escasos metros los que lo separan de esas sobras con forma de araña a las que tiene no sólo un miedo infinito, sino también odio, en la encarnizada guerra en la Tierra se han convertido en feroces enemigos, por eso esto que está pasando no sólo le parece raro, sino impensable, hace tan solo tres días atrás todo lo que fuese acercarse a ellos sólo podría tener como objetivo matarlos, sin embargo míralo ahora, sin armas, caminando en son de paz hasta su enemigo tan acérrimo. 

Cuando por está junto a ellas no sabe que decir ni que hacer, pero lo peor de todo no es eso, lo peor es que nadie parece haberse dado cuenta de su llegada, o al menos, que nadie quiere hacerle caso. Son momentos de tensión infinita, segundos interminables en los que no sabe que hacer por culpa de no tener una daga de madera a mano. Finalmente hace lo que hace cualquier ser humano cuando quieren que le hagan caso y lo pide de una forma educada, carraspea con su garganta, hace que tose, y de forma repentina los ojos de araña de los dos niños enormes se clavan en los suyos.

Otra Sociedad CLXXIX

Durante el viaje el proceso fue inevitable, se le empezaron a caer los párpados continuamente hasta que irremediablemente se quedó dormido, el calor y el cansancio aculado terminaron haciendo mella y hasta ahora no ha vuelto a abrir los ojos. Aunque ya nada le sorprende, al ver donde está y lo que tiene delante suya tiene que restregárselos varias veces, más como una forma de ganar tiempo para hacerse a la idea de lo que pasa, que como signo de incredulidad. Han llegado a lo que se supone tiene que ser un poblado alienígena, sin embargo, todo dista mucho de lo que se esperaba, no hay edificios interminablemente altos, ni millones de luces por todas partes, ni naves de un lado a otro a toda velocidad, en cambio lo que hay son casas que parecen estar echas del mismo material del que todavía las hacen algunas tribus en la Tierra, de barro y paja, de una altura, simples, tan simples que le extrañaría muy mucho que alguna tuviese electricidad, cuando el único lujo del que la mayoría presume externamente es dos ventanas y una puerta. Pero tampoco están solos, están completamente rodeados de alienígenas, que pasan de arriba a bajo de donde está su jaula, muchos de ellos incluso se paran a mirar.

Tras por fin asimilar la primera impresión, con mucho esfuerzo por culpa de la gravedad se levanta de donde estaba tumbado y se pone al lado de Julia, que está pegada a los barrotes, mirando a todos lados, como empapándose de su entorno, asimilando lo que ya sería una segunda impresión. De pie y pegado a los barrotes, todavía es capaz de ver con más detalle, no son los únicos que están metidos en una jaula, todo está plagado de ellas, como si estuviesen en un día de mercado y todos hubiesen ido a verlos, a comerciar con ellos, pero ¿para qué? es lo que todavía no alcanza a comprender, o quizás más bien, no quiere entenderlo.

  • Evaristo: ¿Dónde estamos?
  • Julia: Menos mal, por fin te has levantado.
  • Evaristo: Sí, pero tu como siempre te me has adelantado. 
  • Julia: Pues, mira, ahora justo iba a sacar el mapa para ver donde exactamente estamos, pero resulta que me lo dejé en la nave espacial justo antes de que nos estrellásemos.
  • Evaristo: Tu y tu ironia. No me refería a eso, ¿es a mi al único que hoy es día de mercado y que el producto estrella somos nosotros?
  • Julia: No, no eres al único, ya se me han quedado mirando varias veces de arriba abajo.
  • Evaristo: Espero que no sea para comernos.
  • Julia: Eso mismo estaba pensando yo.

Se miran fijamente a los ojos, se pegan un buen abrazo, y todavía no se han soltado cuando todo empieza. Uno de los alienígenas que los ha atrapado, se pone delante de la jaula y empieza a gritar, porque da igual el idioma o el planeta en que eso se haga, cuando alguien o algo, habla tan fuerte está gritando. Esos gritos interrumpen su abrazo y vuelve a fijarse en su entorno, los gritos han hecho que muchos alienígenas se paren y empiezan a formar un corrillo alrededor, todo un espectáculo se ha montado entorno a ellos, y lo peor es que todavía no sabe para que. No entiende nada de lo que está pasando, entre otras cosas porque no entiende absolutamente nada de lo que el alienígena está gritando, por primera vez desde que lo metieron en la jaula se empieza a poner nervioso, esto no tiene buena pinta de ir a acabar bien.

El alienígenas que grita, pasa a utilizar un puntero laser para ir señalando uno a uno los que están dentro de la jaula, ya no le hace falta saber lo que está diciendo para hacerse una idea de lo que pasa, todo a punta a que los están ofreciendo a ese público que se ha reunido de forma esporádica. 

El primero que se marcha de la jaula es el robot, en seguida un comprador se ha interesado por él  y ha pagado su precio, porque ha visto como le entrega una bolsita llena de algo al que los tiene capturados. Luego, es el turno del león enano revestido en un traje de plata, que sale gruñendo en claro signo de pocos amigos. Después quien se marcha es una gota de agua, luego la otra, y con ellas su tranquilidad porque no sabe como es verlas irse y entrarle sed. Y cuando más tranquilo está, cuando parece que se ha aceptado con normalidad el proceso de venta en el que está involucrado, llega su turno. Entra un alienígena, lo engancha del brazo y trata de llevárselo, entre la gravedad y que lo están separando de ella, se lo tienen que llevar a rastras, se ha quedado petrificado, con la sangre helada, puede que sospechase desde del primer momento que algo de esto iba a pasar, pero no se lo esperaba, no creía que fuese a llegar nunca. 

De ahí pasa, a otro carro y a otra jaula, donde esta vez está solo, ya no tiene a nada en lo que fijarse, ya no tiene gotas de agua gigantes de las que beber, y lo único que hay es tierra, y los barrotes de luz verde que los separan de ella. No es capaz de dejar de mirarla, su mirada se ha quedado congelada en el tiempo cuando el carro empieza a moverse, poco a poco se va haciendo más pequeña, más pequeña, hasta que desparece y ya no es capaz de distinguirla. No le importa a donde se lo llevan o que van hacer con él, sabe que esté donde esté desde el segundo uno va a intentar de escaparse para volver con ella, aunque eso tenga que ser dentro de otra jaula. Su mirada se queda perdida, él completamente sumido en sus pensamientos, no es capaz más que de observar como el polvo del camino se levanta a su paso, para luego volver a depositarse.

Otra Sociedad CLXXVIII

Es exactamente igual a un desierto de la Tierra, las noches son tan frías que empiezas a dar tiritones de forma descontrolada en cuanto el Sol empieza a desaparecer del firmamento, en cambio, los días son extremadamente calurosos, tanto que es imposible no empezar a sudar en cuanto el Sol vuelve a reinar sobre el horizonte. Menos mal, que Julia y él se han colocado al lado de las dos gotas gigantes de agua, y con cada vaivén del carro su cuerpo se humedece y refresca con las gotas de agua que salen despedidas de esos dos seres tan extraños, eso y el poco aire que se mueve por los barrotes está evitando que mueran de calor. De hecho, para tampoco morir de sed, hace tiempo que adoptaron la misma táctica que aquel que prueba a saborear la lluvia, dado que darles un buen trago parece algo demasiado violento, han discutido que se puede asemejar a cortarle la pata a una vaca para calmar el hambre, se dedican a permanecer quietos a su lado con la boca abierta intentando cazar todas las gotas de agua que pueden. No es mucho, también han comentado, pero al menos, los están manteniendo con vida.

No sabe hasta que punto es correcto poder decir esto, pero a veces, hasta está disfrutando del viaje, ya no tienen que arrastrarse para llegar a ningún sitio, ahora van sentados “plácidamente” camino no sabe a donde, pero antes tampoco sabia exactamente hacía donde se estaba arrastrando, tampoco es que les sobre el agua, pero lo que le cae de sus vecinos es mucho más que lo que tenía antes, y luego la compañía. No deja de asombrarse con cada uno de sus compañeros, le es imposible aparar la mirada de ellos. Los gusanos gigantes no dejan de moverse, mueven su brazos constantemente, uno al lado del otro, en un dialogo que parece interminable, cuando uno empieza, el otro acaba, y así sucesivamente llevan haciéndolo durante horas, ¿qué se pueden estar contado?, Julia y él hace rato que se dejaron de hablar y les sobra con a veces apoyar la cabeza del uno sobre el hombro del otro, en muestra de cansancio y buscando compañía. El león enano, en cambio está inmóvil desde que entraron a la jaula, como mucho bosteza de vez en cuando dejando ver sus colmillos bien afilados, es como un gato gigante con melena, o un león que nunca dejo de ser cachorro, en cambio todo apunta a que es un ser inteligente, el traje espacial que lleva puesto ha tenido que de alguna forma ser fabricado, no tiene nada que envidiar al que lleva él o Julia, si bien con mucho peor gusto, es como un espejo, la luz, el paisaje, hasta ellos pueden verse reflejado en el, además son ojos, parece estar siempre pensando en algo, como si en cualquier momento fuese a tener una idea, seguramente está pensando lo mismo que él, ¿cómo voy a salir de esta jaula? Al robot le falta el mando teledirigido, si mal no recuerda tuvo uno parecido cuando era un niño, lleno de luces de colores, que era capaz de subirse por encima de casi cualquier cosa, se pasaba las horas haciéndolo derrapar y girar sobre si mismo, él tampoco se mueve, parece que alguien ha debido de pulsar su botón de standby, lo único que te hace suponer que está vivo, son sus luces de colores, que siguen encendiéndose y apagándose indicándote que sigue ahí. Y finalmente el bicho verde, que tiene ojos igual que él, boca igual que él, nariz, o eso parece por los dos orificios que hay encima de su boca, y orejas, por los dos agujeritos que se ven a cada lado de su cabeza, hace un rato se pillaron mutuamente mirándose, como si ambos se estuvieren estudiando, comparando sus semejanzas, valorando sus diferencias, sin embargo ninguno de los dos fue capaz de mantener la mirada más del instante en que sus ojos se cruzaron en el camino, no lo conoce, pero tiene pinta de simpático, a veces le dan ganas de levantarse e intentar hablar con él, piensa que a él le puede estar pasando lo mismo, sin embargo todavía es demasiado pronto, quien sabe si en vez estar pensando en hablar con él está pensado en como comérselo.

Ya son horas las que llevan así, menos mal, que Julia ha sido lista, y no sabe como lleva los bolsillos llenos de comida, de barritas de sabores a los platos más deliciosos de la Tierra. De vez en cuando se comen alguna a medias, pero están racionando cada una de sus migas, quien sabe si les darán algo de comer, y quien sabe si cuando se lo den eso será comestible. De momento el viaje continua impasible, no han parado ni un segundo desde que emprendieron la marcha, los ciempiés mueven sus piernas como un océano mueve sus olas, una a una va avanzando detrás de la otra, supone que como tienen tantas, pues se cansarán más tarde, es como si a un caballo le pusieses ocho patas, deberá de correr al menos el doble de lejos y de rápido que uno con cuatro. Los alienígenas que los han capturado tampoco paran, no los ha visto comer en todo el viaje, pero tampoco han vuelto a hacerles caso, si junta una idea con la otra, se le ponen los pelos de punta, espera que cuando llegue el momento de una cosa, no suponga que también ha llegado el momento de la otra. Sin embargo, todo le parece muy extraño, actúan como si no les conocieran, como si nunca hubieran sido enemigos y sus dos mundos estuvieran en guerra. ¿Será qué esos veinte años ha hecho que se olviden de ellos y lo mucho que les gusta la carne de humano? Tiene cruzados los dedos de su mano derecha desde que subieron al carro, si no son soldados, puede que ni sepan lo que está pasando a millones de años luz.

Otra Sociedad CLXXVII

Va caminando por el borde de un precipicio, con sumo cuidado, evitando todo lo que puede un mal tras pies que lo haga caer al vacío, sin embargo, a pesar de todo el cuidado que pone la arena que pisa se desmorona con cada una de sus pisadas, tanto, que cuanto más se desmorona más acelera su paso, hasta que al final acaba corriendo, y corre y corre con todas sus fuerzas, hasta que toda la arena que lo sustenta cae bajo sus pies y cae a vacío. Grita en la caída, pero está mudo, nadie puede escucharle, está todo oscuro, no ve nada, está tan asustado, no sabe cuando se acabará la caída, pero sabe que cuando acabe también se acabará su vida.

Abre los ojos, y todo ha sido un mal sueño, seguramente sea su subconsciente avisándole de la gravedad del momento, de que su vida pende de un hilo que cada vez se deshace más rápido y le amenaza con dejarle nada que lo ate a ella. Gira su cuerpo buscándola, tiene frío, quiere agarrarla hasta que por fin sea de día y vuelva su lucha por la supervivencia. Pero no está, en ese momento su corazón de le da un vuelco, se acelera hasta donde es capaz de soportarlo, se pone tan nervioso como el niño pequeño que se ha perdido en la playa y no es capaz de encontrar a sus padres. Se quita la manta de encima, abre los ojos como platos, se levanta literalmente de un salto, y cuando por fin es capaz de percibir con claridad lo que está pasando no es capaz de dar crédito a sus ojos, están encadenando otra vez a Julia, los mismos de los que huyeron de Marte. Se busca por todo el cuerpo, ha sido lo primero que se le ha venido a la cabeza “¿dónde está mi estaca de madera?”, pero no hay nada de eso, lo único que tiene a mano son barritas de comida, y un poco de agua. Julia, lo ha visto levantarse, y lo sonríe con ternura, como si absolutamente nada estuviera pasando, y simplemente estuviera esperando a que se levantase, mientras se entretiene charlando con algún amigo. Sin embargo, no ha sido la única que lo ha visto, y apenas ha sido consciente de su situación, ya lo han enganchado por los brazos dos de esos alienígenas con cara de araña, y cuerpo de insecto de dimensiones desproporcionadas, de repente ha vuelto de nuevo al cuento de Blanca Nieves y los Siete Enanitos. No se acordaba ya de los feos que eran, al tenerlos de nuevo cerca siente una mezcla de repulsión y miedo, algo raro, lo mismo que debían de sentir las víctimas de Freddy Krueger antes de ser asesinadas. No se resiste, al igual que está haciendo Julia, decide que lo mejor es aceptar su situación, dejarse llevar, cualquier otra cosa sería estúpida en estos momentos.

No tardan mucho en atarle, lo hacen con cadenas parecidas a las que existen en la Tierra, pero con una gran diferencia, estas no son de metal, están construidas con luz, con luz opaca de color verde, que forma aros interlazados entre si, cualquier movimiento brusco que hace sus muñecas arden. Después, lo agarran, y lo llevan en vilo, hasta una especie de carro, metálico, que en realidad es una jaula con barrotes formados por la misma luz que forma la cadena que le ata las manos. Allí no sólo lo está esperando Julia, comparte jaula con un montón de otras criaturas extrañas, todas de diferentes formas y tamaños, gusanos gigantes con brazos y piernas sentados mientras conversan en una legua de signos extraña, dos gotas de agua gigantes en que pueden distinguirse las burbujas de aire que las forman y que tienen empapado todo su alrededor, un león idéntico a los que existen en la Tierra y vestido con un traje espacial que parece hecho del mismo material que del papel de plata con el que el envolvían los bocadillos en el colegio, un robot lleno de luces por todas partes que se asemeja en forma a un tanque sin cañon de la Segunda Guerra Mundial, y un bicho verde, con ojos saltones, cabeza aplastada, bajito, de brazos desproporcionadamente largos comparado con su cuerpo y sus dos cortas piernas, que ha estirado su cuello al menos un metro al verlo entrar, tanto, que le ha dando la impresión de que lo ha asustado. Julia, lo está esperando con la mirada fija en sus ojos cuando por fin consigue recuperarse del shock de ver de que está rodeado y consigue erguir lo suficiente su cuerpo para sentarse a pesar de la tremenda gravedad que lo tiene atrapado.

  • Julia: Tómatelo como otra experiencia más.
  • Evaristo: Estoy flipando. ¿Es esto la realidad es sólo otro sueño?

Es acabar de hablar, y Julia sin ningún tipo de compasión le lanza un pellizco al brazo, que le hace que se le salten literalmente las lágrimas de los ojos.

  • Julia: ¿Tu qué crees?
  • Evaristo: Que sutil eres. 
  • Julia: No estoy para bromas. ¿Has visto dónde nos han metido?
  • Evaristo: Al menos hay agua.
  • Julia: Ya, eso es lo primero que yo he pensado al verlos, ¿te has traído la pajita?
  • Evaristo: No, pero nos podemos poner cerca de ellos así de forma disimulada y cuando menos se lo esperen, zasca, les damos un trago.
  • Julia: Espérate a que tenga un poco más de sed, y verás.

Todavía se está acomodando a su sitio dentro de la jaula y a sus nuevos vecinos, cuando el carro empieza a moverse, lo hace sin ruedas, igual que los camiones que utilizan los alienígenas en la Tierra se desplazan suspendidos en el aire, sin embargo, hay algo que no se esperaba y le sorprende, lo que tira del carro son otro par de criaturas que no había visto nunca, son ciempiés gigantes, eso le hace fijarse en los alienígenas que los han capturado, y si sus ojos no le engañan, no llevan el uniforme de soldado que llevan los que ha visto antes en la Tierra.

Otra Sociedad CLXXVI

El agua caliente baja por su garganta haciendo que el proceso de hidratación no sea ni siquiera un poco placentero. De hecho, siente nausea con cada trago, es como comer sopa, sin sabor, sin fideos, sin sal, en Agosto con 40º en la Tierra. Aun así no para, no es capaz de dejar de beber, sigue y sigue inconsciente de que debe racionar el agua todo lo que pueda. Hasta que siente como le arrancan la botella de las manos.

  • Julia: Para, ya has bebido suficiente, a ese ritmo nunca vamos a tener suficiente.
  • Evaristo: Disculpa, no podía parar, estaba muerto de sed. ¿Y ahora que hacemos?
  • Julia: Lo mejor va a ser recoger todos los víveres que podamos, e irnos de aquí.
  • Evaristo: ¿Y los otros?, ¿y a donde vamos?
  • Julia: Probablemente muertos. A donde sea, mejor que esperar aquí a quedarnos sin nada y morir. 

Sus palabras no han sonado muy halagüeñas, al contrarío, han sonado más como una velada sentencia de muerte que espera ser ejecutada. Pero tiene razón, mejor que esperar a morir, es buscar una salida, por muy descabellada que parezca, por muy segura que parezca su condena. 

  • Evaristo: ¿Y hacía donde vamos?
  • Julia: Hacía donde más rabia te dé.
  • Evaristo: Elige tu mejor, que siempre has tenido más suerte.
  • Julia: Yo elijo, hacía allá.

Mira hacía donde está apuntando su dedo, y sólo ve rocas y arena, exactamente lo mismo que si mira en cualquier otra dirección, se pregunta, ¿por qué habrá elegido esa dirección y no cualquier otra?

  • Evaristo: ¿Y por qué no para allá?
  • Julia: Lo primero porque me has dejado a mi elegir, y lo segundo, porque por allí parece que se empiezan a ocultar los tres soles de este raro planeta que nos están matando de calor. Cuanto antes se acabe mejor.

No sabe si ha entendido muy bien la respuesta, pero no es momento de discutir, si es momento, es de ahorrar saliva, de callarse, y de darle la razón, efectivamente, ha sido él quien la ha dejado elegir. Asiente con su cabeza, y da su aprobación.

  • Julia: Espera, antes de irnos vamos a coger todo lo que podamos.

A la vez que se lo dice, le tira una bolsa de tela. Acata ordenes sus ordenas sin rechistar, no es la primera ni la última vez que lo hace, siempre acaban con buenos resultados.

Hace tiempo que perdió la noción del tiempo, deben de llevar horas arrastrándose, lo único que le indica que efectivamente se les está agotando es la posición de los soles que Julia decidió perseguir en el horizonte. La sed ha vuelto, desde hace un largo rato le pide que se pare y beba más agua, pero como lo haga va a quedar como el débil de los dos, y su orgullo le impide quejarse, sigue arrastrándose, mientras en silencio desea que Julia por fin se pare, y decida que ha llegado el momento de descansar y sobre todo, de beber agua. 

Sin embargo, lo metros pasan, y pasan, y Julia no dice nada. Cada vez los soles están más bajos en el horizonte, y el calor hace rato que dejó de ser un problema, ahora la carne se le empieza a poner de gallina, conforme menos rayos de luz impactan en su cuerpo, más frío tiene, más ganas tiene de pararse, más ganas tiene de enganchar a Julia como única fuente de calor. Ya no aguanta más, y habla.

  • Evaristo: Julia, llevamos horas arrastrándonos.
  • Julia: Ya lo sé.
  • Evaristo: ¿No estás cansada?
  • Julia: ¿Y tu que crees?
  • Evaristo: Deberás estarlo menos que yo, porque ya no aguanto más. ¿Paramos?
  • Julia: Quería que avanzásemos todo lo posible antes de que llegase la noche, y no se viese nada.
  • Evaristo: La noche ya casi ha llegado, apenas queda luz, me empiezo a morir de frío, tengo ganas de comer y beber, y de acurrucarme contigo.
  • Julia: Ya lo sé. A mi me pasa igual. Pues paramos ya si quieres.
  • Evaristo: Pues paramos ya entonces.

Que la gravedad apenas les deje moverse, no significa que les impida sentarse, arrimarse todo lo posible el uno al otro, y compartir lo poco que han conseguido de víveres y que llevan arrastrando todo el camino. Todo lo que tienen es comida de astronauta, nada de un filete de ternera con patas fritas, o un poco de ensaladilla rusa, o una buena tortilla de patatas, todo lo que tienen son barritas energéticas de sabores y vitaminas, de manzana, de salmon, de beicon, que prometen un alto contenido energético y calórico, pero que no prometen tanto en cuanto a sabor y dejarles saciados. Cuando abren la bolsa y miran su botín, la cara de Julia es todo un poema, tanto que no puede evitar empezar a reírse de forma descontrolada. 

  • Julia: ¿Y tu de que te ríes ahora?
  • Evaristo: De la cara que has puesto al ver la comida.
  • Julia: Que tonto eres, es que tengo un hambre…
  • Evaristo: De eso me rio, que lo mismo me pasa a mi.
  • Julia: Toma, una barrita de ensalada concentrada, y otra de cocido.

Todavía se ríe más, tanto, que al final también empieza a reírse y ninguno de los dos puede parar. La cena, aunque un poco insípida le acaba saciando mucho más de lo que espera, no han sido tanto las calorías, como el poder pasar un día más vivo junto a ella. Cuando acaban, se abrazan fuerte el uno contra el otro debajo de un par de mantas que han cogido junto al resto del botín, puede que no estén en casa, ni en una cama, ni en la Tierra, pero las vistas del firmamento son capaces de suplir todas esas deficiencias, nunca había visto un cielo más oscuro, nunca había visto tantas estrellas juntas ni tan brillantes, nunca había visto cuatro lunas, ni una de ellas tan grande como para parecer que se les va a caer en cualquier momento encima.

  • Julia: Que frio hace.
  • Evaristo: Se me ocurre una forma de remediarlo.

Otra Sociedad CLXXV

Mire a donde mire, lo único que ve es rocas y más rocas, arena y más arena, todo es absolutamente llano, su vista se pierde en la inmensidad de lo que percibe. No sabe hacía a donde ir, todo le parece igual, tiene sed, dentro de poco con toda probabilidad tendrá hambre, y lo único que le alegra es saber que de morir no sólo no lo hará solo, sino que lo hará junto a la persona que ama, si bien no sabe si eso puede considerarse un motivo de alegría. Tras liberar a Julia, ambos necesitaban un respiro, y se sentaron cada uno en uno de los asientos de la nave, de esos que deben estar fabricados del mismo material del que está hecha su caja negra, porque mientras la mayoría de la nave está hecha añicos, ellos estaban de una pieza, desafiantes, impasibles ante la tragedia que les rodeaba. En ese rato ha reinado el silencio, y eso no sólo le ha servido para darse cuenta de la gravedad de su situación, sino para observar el cielo marciano. Hay tres soles, cada uno de diferente tamaño, dos apenas imperceptibles y uno que se percibe con mucha más intensidad que el que hay en la Tierra. Eso explica porque tiene tanto calor, y que de igual que hayan colocado ambos asientos a lo sombra de un trozo de fuselaje de la nave, hay momentos en que el aire está tan caliente que parece que va a quemar sus pulmones. Su vida es ahora un reloj de arena que han volcado hace rato y que está a punto de vaciarse, si sigue este ritmo de deshidratación no debe de quedarle mucho, y lo mismo le debe de pasar a ella.

No es que haya dejado de estar cómodo en donde está sentado, pero el no hacer nada para arreglar la situación en la que están, le está provocando ansiedad, o empieza a moverse o va a empezar a pagarlo con las uñas de sus dedos y eso que nunca ha tenido el hábito de morderlas.

  • Evaristo: Julia, ¿estás ahí?
  • Julia: ¿Pues dónde quieres que esté sino?
  • Evaristo: No sé, lo mismo estabas en otra parte, no en cuerpo, sino en tu cabeza.
  • Julia: No es el momento para filosofar, ¿qué te pasa?
  • Evaristo: Tenemos que hacer algo, ¿no?, ¿o nos vamos a quedar aquí hasta que nos disequemos?
  • Julia: Eso es en lo que estaba pensando.
  • Evaristo: ¿Sí?, ¿y que has pensado?
  • Julia: En que estamos en mitad de la nada, y que nuestra única esperanza de seguir con vida va ser encontrar las provisiones de la nave. A no ser, que nos comamos a los muertos, como los jugadores de rugby que se estrellaron en los Alpes.
  • Evaristo: ¿Habrá agua?
  • Julia: Tiene que haber de todo.
  • Evaristo: ¿Y a que estábamos esperando?
  • Julia: ¿Yo? a que tu descansases. 
  • Evaristo: Pues venga, vamos, que yo lo que tengo es una sed que me muero.
  • Julia: No digas eso.

Sabe de sobra porque no quiere que lo diga. Hay muchas probabilidades de que lo que es comúnmente dicho en la Tierra como una forma de exagerar las ganas que se tienen de beber agua, se convierta en realidad. Por eso, al acabar la conversación ambos se intercambian miradas lastimeras, comparten durante breves segundos carias en sus manos, y se levantan no sin dificultades de donde están sentados. Siente que estaba pegado al asiento por culpa de su sudor y la gravedad no es que ayude, es tratar de erguirse en el asiento y notar sus efectos, por eso más que levantarse lo que hace es arrastrarse sobre él hasta que da con sus huesos en el suelo.

  • Evaristo: ¿Por donde empezamos a buscar?
  • Julia: Eso da igual, va a ser como buscar una aguja en un pajar. Piensa que puede que haya restos de la nave a kilómetros de distancia. Busca en todo lo que veas.
  • Evaristo: Vamos a necesitar mucha suerte para salir de esta.
  • Julia: La suerte primero hay que buscarla, así que venga a trabajar.

Tiene toda la razón del mundo, la suerte primero hay que buscarla, por eso no discute más con ella y se pone hacer eso en lo que han quedado que hay que hacer. Como siempre, su principal problema es moverse, aunque sólo sean un par de metros ese desplazamiento supone un gasto enorme de energía. Pero no se desespera, y bajo los rayos de los soles abrasadores, alienígenas, se arrastra con la esperanza de encontrar alguna botella de agua de la nave. Sin embargo, vaya donde vaya nunca es capaz de dar con nada, todo lo que hay es siempre lo mismo, basura, basura y más basura, los restos de una nave espacial, o máquina del tiempo destrozada. Hasta que por fin oye gritar a Julia.

  • Julia: ¡Evaristo!, ¡Evaristo!, ¡creo que tengo lo que buscamos!, ¡corre ven!
  • Evaristo: ¡Voooy!

Si pudiera correr corría, pero no puede, lo único que puede hacer es arrastrarse más rápido de lo que lo había hecho hasta ahora, y tampoco mucho más rápido. Porque por más que lo intenta, sigue siendo lo más parecido a una tortuga de tierra terrestre. Julia no está muy lejos, al fin y al cabo han empezado a buscar partiendo desde el mismo punto, por lo que en términos terrícolas la distancia que los separa no es muy larga, otra cosa es en el planeta donde están ahora, porque unos escasos metros pueden necesitar lo mismo es esfuerzo y tiempo que kilómetros en la Tierra.

Aun así en un rato, largo, está donde está ella. No puede expresas lo que siente cuando ve lo que tiene en sus manos, es una mezcla de alegría, y un no es suficiente. Julia ha encontrado agua y comida, sí, pero ¿y eso por cuanto tiempo más les habrá salvado la vida? Aun así sonríe, y sonríe mucho, tanto que ella en seguida se da cuenta de que finge y de verdad lo que piensa.

– Julia: Menos da una piedra de estas, toma bebe. 

The sway of the State on the Criminal Procedure on Spain

On a Criminal Procedure there are two figures who sway all what happens during it, the Examining Magistrate and the Judge. Between them is shared all the power, the parties are endowed with some faculties by the Spanish Criminal Procedural Law (in Spanish Ley de Enjuiciamiento Criminal, henceforth LECrim), like the power of initiating the procedure by a report or a lawsuit (art. 308 LECrim), of proposing proofs during the phase of investigation (art. 311 LECrim), of being present during the practice of the proofs during the phase of investigation (art. 333 LECrim), of being the accusation (art. 650 LECrim), of proposing the proofs which will be practiced during the oral trial (art. 656 LECrim), of marking the boundaries which the sentence must respect (art. 732 LECrim), but any of these faculties cannot be compare with which is attributed by the LECrim to the two most important figures of the Criminal Procedure.
Let´s start from the beginning. The Criminal Procedure can be initiated by a citizen, to this it has two means, a report or a lawsuit. The report will be the way chosen by those who have not money, after this they must be informed of the possibility of being a party during the procedure and being assisted free of charge by a lawyer (art. 109 LECrim), because a lawsuit implies the assistance of a lawyer from the onset and with it, of having money with which to pay it (art. 277 LECrim). But after these, in both cases, the control upon the procedure passes to the State, embodied in the Examining Magistrate. According to the LECrim, the Examining Magistrate is who has the authority to admit the report or the lawsuit (art. 269 and art. 313 LECrim), event which will take place only when the facts reported in them can be classified as a crime by any of the precepts of the Spanish Criminal Code (in Spanish Código Penal, henceforth CP). Here its power is relatively constrained, because any impartial subject, even without or scarce knowledge in law, can assess if the facts reported can be regarded as a crime. Therefore, normally a lawsuit or a report should be admitted.
Once the lawsuit or report is admitted, the investigation of the crime related in it begins. In these stage of the Criminal Procedure appears another character which is also part of the State, the Judicial Police, which has the duty of investigating the crimes (art. 282 LECrim), although the LECrim still attributes the control of all the investigation upon the Examining Magistrate (art. 308 LECrim). A citizen without economic resources will have initiated the Criminal Procedure by means of a report and should have to rely altogether in the labour of these two figures, the Examining Magistrate and the Judicial Police. On the contrary, a rich citizen probably will have initiated the procedure by means of a lawsuit, which likewise will probably be supported with the work not only of lawyers, but with the contribution of even private detectives, therefore a corrupt or incompetent State cannot sway the outcome of the procedure as much as in the former case.
The investigation has to end within the period marked by the law (art. 324.4 LECrim), or when enough proofs has been gathered in order to justify an accusation during an oral trial. Achieved this stage of the Criminal Procedure a poor citizen will be assisted by lawyer who is paid by the State, and will have the proofs which the State has gathered of the crime, a rich citizen will have lawyers paid by it, and the proofs not only gathered by the State, but also by private detectives. This is really important, because here the Examining Magistrate in the Abbreviated Procedure (art. 779 LECrim) and the Tribunal trying the case in the Ordinary Procedure (art. 630 LECrim) have a power which will mark the outcome of the process, both have to decide whether the oral trial should start, or whether the cause should be dismissed. In a corrupt State, where a poor citizen has reported a crime which may embarras the its institutions here the Criminal Procedure will end with almost all certainty, on the contrary, a rich citizen with the help of its money may still have an opportunity thanks to the proofs gathered with the assistance of private investigation. 
Imagine that the Criminal Procedure continues. During the investigation the Examining Magistrate acts too as accusation, it determines the crimes which will be the object of accusation during the oral trial and their authors (art. 775 and art. 384 LECrim), without forgetting that it also leads the investigation previous to the oral trial (art. 308 LECrim), but when the oral trial starts the Judges trying the case assume an impartial paper, the prosecution is exercised by the Public Prosecutor and by the citizen offended by the crime who has decided being part of the Criminal Procedure (art. 109 LECrim). The public and private prosecution have to accuse through their writings of provisional qualification of the crime (art. 650 LECrim), nevertheless these writings must be within the boundaries marked previously by the Examining Magistrate during the investigation (art. 384 and art. 779.4), thus the private and public prosecution can accuse, yes, but according to what previously has indicated the State. 
On the Oral Trial, the impartial paper of the Tribunal may be tainted by some faculties, like asking to the witnesses questions (art. 708 LECrim), or proposing new proofs (art. 729 LECrim), so the Tribunal or Judge which exercised them must be careful of not forsaking their impartial paper, on the contrary they will have assume assume a paper of accusation which is forbidden to them. But let’s move on. At the end of the oral trial, the public and private prosecution may change their accusation, although maintaining the facts and accused (art. 732 LECrim). Now the Judge or Tribunal has to decide on the guilt or innocence of the accused. For this, they have not almost restraint, the proofs practiced during the oral trial have to be assessed by them according to the principle of free assessment of the proofs (art. 741 LECrim), which means that all is valid unless it is a flagrant error or infringement of rights. The poor citizen, with all probability will have lost the lawsuit against the State before the beginning of the oral trial, as I have said before, but the rich citizen, even having wasted resources of all sort, probably will lose too, later, at the end of the procedure, but a losing anyway, because if the sentence is duly motivated and doesn’t contain a manifest error, the assessment of the proof made by the Tribunal or Judge will be correct.
What does all this means? This is up to you, I have shown you only the way to arrive to your conclusion.

Otra Sociedad CLXXIV

Mira a su alrededor y tiene donde escoger, se podría decir que está en el epicentro del desastre, hay trozos de metal de todas las formas y colores. Finalmente se decide por una vara de metal que se encuentra a escasos metros de él.

  • Evaristo: Espera, que creo que tengo una idea.
  • Julia: ¿Dónde vas?, ¿no iras a dejarme aquí sola?
  • Evaristo: Voy aquí al lado.

Son unos pocos metros, pero da igual, porque el más mínimo desplazamiento le supone un gran esfuerzo. Las pulsaciones se le aceleran, vuelve a comer tierra, y cuando llega a su objetivo le entran ganas de quedarse allí de forma indefinida, incluso puede que hasta morir. Pero no, en lugar de darse por vencido agarra la vara metálica tras examinarla levemente y comprobar que es lo suficiente gruesa y resistente como para intentar liberar a Julia con ella. Y vuelve con Julia, sufriendo los mismos problemas por el camino que tuvo a la ida. 

  • Evaristo: Mira lo que traigo. Con eso haciendo palanca sobre la viga que te tiene las piernas atrapadas voy a liberarte.
  • Julia: Lo que sea, pero sácame de aquí ya, no me siento los dedos de los pies, lo único que siento en las piernas es un cosquilleo horrible.
  • Evaristo: Tranquila, que en un periquete estás fuera.

Se yergue del suelo con mucha dificultad hasta situarse sobre sus rodillas, coge la vara metálica y la transforma en eso que ha imaginado en su cabeza, una palanca. La sitúa cerca de las piernas de Julia, apoya uno de sus extremos contra el suelo y el otro contra la viga que la tiene retenida, una vez comprueba que su posición es la correcta y que debe de provocar el resultado esperado, empieza a tirar de ella con todas sus fuerzas. Sin embargo nada ocurre, lo único que pasa es que se hunde en el suelo, toda su fuerza es malgastada en crear un boquete en la arena donde la había apoyado. Julia se le queda mirando con cara rara, no hace falta que hable para saber lo que le está diciendo, “¿qué estás haciendo? sácame de aquí ya”, él en cambio la responde con palabras.

  • Evaristo: Espera, todavía queda algo. 

Mira a su alrededor de nuevo, esta vez buscando algo que pueda servir de apoyo a la palanca, una piedra, un trozo de chapa, cualquier cosa debería de valerle. Al final su mirada se queda clavada en una de las persianas de plástico de la nave, eso debería de ser perfecto, se supone que es plástico duro, tiene la suficiente base como para no hundirse de buenas a primeras en la tierra, y lo más importante tampoco está tan lejos. Otra vez sufre los efectos de la gravedad sobre su cuerpo, otra vez llega exhausto, otra vez le dan ganas de quedarse y no volver, pero otra vez las ganas de sacar a Julia de donde está atrapada vencen y tras mucho esfuerzo vuelve a estar junto a ella. 

  • Evaristo: Mira, esto lo voy a poner de base, así la palanca no se clavara en la arena y tirará mejor de la viga.
  • Julia: Lo que sea Evaristo, pero sácame ya antes de que me vuelva a desmayar del dolor.

Tiene razón, no está la cosa para dar explicaciones, sino para entrar directamente en acción. Coloca el trozo de persiana de plástico de la ventanilla de la nave donde antes se había hundido la palanca, vuelve a erguirse con toda la dificultad del mundo, y cuando por fin está preparado, vuelve a tirar con todas sus fuerzas. Esta vez parece que su plan esta dando resultado, al menos está consiguiendo algo que antes no había conseguido, la viga que tiene a Julia aprisionada empieza a moverse, a desplazarse poquito a poquito fuera de sus piernas. Eso le anima a seguir intentándolo, no es el momento de idear un sistema de poleas, tampoco podría perdonarse nunca no morir intentando salvar a Julia, así que no le queda otra que tirar y tirar hasta que Julia pueda salir de donde está.
Y tira y tira, y se pasa el rato tirando, y gracias a ese empeño y a gastar hasta el último gramo de fuerza que le queda la viga de metal se ha movido un buen trozo de sus muslos. Pero se da cuenta de que algo falla. Así no único que va conseguir es hacerle más daño. Por eso de nuevo se para, y otra idea aparece en su cabeza tratando de dar solución al problema.

  • Evaristo: Mira, por mucho que mueva la viga al final va a seguir siempre encima tuya, a no ser que me tira media vida tirando. Y mientras tanto te voy a hacer mucho daño. Lo mejor es que a la vez que yo desplazo la viga hacia arriba tu intentes moverte, ¿entiendes? Yo tiro de la viga, y cuando notes que te aprieta menos, intenta salirte, ¿vale?
  • Julia: Vale. Venga tira todo lo que puedas campeón.

Al escuchar el campeón una carcajada ha salido de su boca, y casi que se ha quedado sin las pocas fuerzas que le quedaban. De todas formas la urgencia del momento le hace en seguida recuperar la seriedad y hacer eso que ha pactado con Julia, tirar con todas sus fuerzas para que ella trate de escaparse.
Tira esta vez dando todo lo que tiene, esperando que en un suspiro pueda dejar de hacerlo y todo se acabe. La viga se ha desplazado más que nunca, y Julia aprovecha ese momento para con sus brazos moverse hacía arriba, arrastrarse fuera de donde está prisionera. Tras unos segundos inacabables Julia es por fin libre y se funden en un abrazo.

  • Evaristo: ¿Estás bien?, ¿las tienes rotas o algo?
  • Julia: Que va, estoy perfectamente, hasta parece que estoy empezando a recuperar la sensibilidad en ellas. Muchas gracias por salvarme.
  • Evaristo: Sólo lo hecho para que puedas tu salvarme ahora, como siempre haces. ¿Has visto donde estamos? por cierto me muero de sed

Otra Sociedad CLXXIII

Inevitablemente eso le hace sonreír, ha sido escuchar su voz y pasársele el dolor en las rodillas y en las manos, olvidarse del cansancio que fatiga sus músculos, recuperar las fuerzas para seguir moviéndose. Intenta averiguar de donde vienen los gritos de Julia, mantiene la respiración, afina todo lo que puede su oído, y sus gritos todavía se hacen más claros “¡Evaristo! ¡Evaristo!”, si sus oídos no le engañan Julia no puede estar muy lejos, y además si está en alguna parte debe estarlo a su derecha. Gira poco a poco su cuerpo para orientarlo hacía allá donde cree que está Julia, y al girarlo puede comprobar con su mirada que a lo lejos hay una parte grande de la nave, un trozo importante de su fuselaje entre cuyos escombros todo apunta a que debe estar ella. Sin dudarlo ni un segundo más empieza su calamitosa caminata hacia allí donde cree que está Julia. Cada centímetro que avanza le supone un esfuerzo enorme, sus músculos se tienen que tensar al máximo para evitar que su cuerpo acabe pegado como una pegatina al suelo, la espalda es lo que más está sufriendo amenazándole con el cualquier momento partírsele por la mitad, pero no ceja en su empeño y sigue poquito a poquito acercándose hacía de donde provienen las voces. Hasta que su cuerpo cede, sus brazos se doblan, sus piernas se estiran y acaba golpeando con su cuerpo el suelo. Se ha dado un golpe tan fuerte contra el suelo que tiene la sensación de haberse caído desde varios metros de altura y le duele todo su pecho cada vez que tomo aire con sus pulmones, ha estado a punto de romperse todas las costillas de su cuerpo contra el suelo o eso al menos le parece. Sin embargo, los gritos de Julia cada vez son más fuertes y constantes, tiene la impresión de tenerla al alcance de las yemas de sus dedos, por eso saca fuerzas de donde puede y continua, esta vez arrastrándose. La nueva postura ha mejorado en algo la situación, el efecto de la gravedad, eso que está aplastando su cuerpo contra la superficie del planeta se distribuye todavía más sobre su cuerpo, ahora ya no siente esa presión sobre su espalda ni tampoco se estremece de dolor por culpa de que algo se clava en sus manos o rodillas, pero el avance es mucho más lento, la arena y esas partículas de polvo de la que está compuesta desafían a la misma gravedad que lo tiene atrapado y con cada movimiento de su cuerpo de le mete por los ojos, se le cuela por los orificios de su nariz y se le mete por la boca por culpa de como jadea con el esfuerzo de desplazarse. Calcula que ha este ritmo va a tardar varias horas en llegar a donde está ella.

Está muerto de sed, lleno de polvo, no lo sabe a ciencia cierta, pero cree que tiene que tener el cuerpo lleno de heridas por culpa de arrastrase, pero al fin lo ha conseguido. A escasos centímetros de él está Julia, que hace rato dejó de gritar y calló desmayada. Su cuerpo está siendo aplastado por un trozo de la nave, parte de su estructura ha caído sobre sus piernas habiéndolo atrapado contra el suelo, son las vigas que mantenían la estructura de la nave las que impiden que se mueva. Aun así, viéndola en un estado tan lamentable, tan desesperado y en el que parece que la vida se le va a escapar de un momento a otro, no puede evitar volver a alegrarse alegrarse, volver sonreír al por fin estar junto a ella. Suavemente empieza a acariciar su cara, le aparta de ella el polvo que tiene, y empieza a hablarle para intentar despertarla.

  • Evaristo: Julia, Julia, ¿estás bien? Venga despierta, que aunque me ha costado por fin he llegado. Venga porfa, abre los ojos.

Pero no es capaz de hacerla que reaccione, sigue con los ojos cerrados, como dormida, como la bella durmiente esperando a que llegue su principe y la despierte. Lo que pasa que su principe ha llegado y sigue sin despertarse, por eso decide recurrir a algún metro más drástico, y con cuidado y con la poco fuerza que le han quedado tras su lucha contra la gravedad empieza primero a zarandearla, luego a golpearle con la palma de su mano en la cara, hasta que cada bofetada se hace más fuerte, más fuerte, más fuerte. Menos mal que con una de ellas al final Julia se despierta. Tiene los ojos llorosos, la cara llena de polvo, ahora la cara todo colorada por culpa de Evaristo, pero igual que él cuando volvió a verla, Julia sonríe de oreja a oreja cuando lo ve. 

  • Julia: ¿Por qué has tardado tanto en llegar?
  • Evaristo: He tenido un pequeño problema por culpa de la gravedad, no veas como aquí se te pegan los pies al suelo.

Ante la pequeña broma de Evaristo Julia vuelve a sonreír, y eso no puede ser mejor señal para él, por mucho que esté atrapada, no parece que tenga nada grave.

  • Evaristo: ¿Estás bien?, ¿te duele algo?
  • Julia: Si me duele algo, las piernas me están matando, quítame eso que tengo encima ya por favor.
  • Evaristo: En seguida, espera.

Tira y tira con sus manos, de la viga que la tiene atrapada sin conseguir nada, apenas es capaz de mover su cuerpo, como para ser capaz de mover una viga de acero. La desesperación trata de apoderarse de él, pero intenta ocultarla todo lo que puede de su rostro por ella, por Julia, si él empieza a desesperarse Julia que es la que está atrapada va a empezar a pasarlo muy mal. Deja de tirar cuando está completamente extenuado, y llegado ese momento ninguno de los dos se dice nada. Empieza a pensar cual puede ser la fórmula para liberarla, y una idea aparece en su cabeza, “más vale maña que fuerza”, una cosa lleva a la otra y se le ocurre utilizar una palanca.