Otra Sociedad CLXXX

Lo han llevado a una casa a las afueras de la ciudad donde fue el mercado donde lo vendieron, en su estructura es igual de simple que las que vio antes, está hecha de barro, es de una sola planta y no le parece que tenga más de dos ventanas y una puerta. Pero a pesar de su simpleza, es enorme en comparación con sus proporciones humanas, en ella se podrían construir varias plantas y varias habitaciones si en ella fueran a vivir personas.

Cuando abren de la puerta de la jaula para sacarlo fuera, ya lleva mucho tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre lo que va a ocurrirle, y ninguna de las opciones que ha barajado han sido optimistas, que si le van a comer, que si lo van a torturar, que si como mucho, y teniendo mucha suerte, va a pasar a convertirse en su esclavo. Por eso cuando la abren, no puede evitar encogerse y alejarse de la puerta, en cambio esta vez no hay ninguna pinza que lo agarre y lo saque como la vez anterior, le abren la puerta y así se queda. Pasa otro buen rato hasta que se vuelva atrever a moverse, otra vez barajando opciones y sopesando cual es la mejor, quedarse o salir, y finalmente decide que la única que le ofrece posibilidades de poder seguir con vida es la segunda. Hace acopio de fuerzas y se levanta, y aunque le parezca increíble esta vez la atracción de la gravedad es mucho menos intensa que las veces anteriores, sin duda su cuerpo, su musculatura, se empieza a acostumbrar a ella y cada vez tiene menos efectos sobre él, esta vez es capaz de levantarse y caminar hasta la puerta, aunque con mucho esfuerzo.

Ya fuera de la jaula mira a su alrededor y confirma que está en medio de la nada, la casa parece un oasis en mitad de un desierto, porque sigue en un auténtico desierto, sin dunas, sin montañas, pero lleno de tierra y rocas, y con una llanura tan extensa como es capaz de alcanzarle la vista. Parece que no tienen ninguna preocupación en que intente escaparse, lo han dejado solo, y tiene que ser él quien haga el esfuerzo de encontrar a alguien, si es quiere encontrarlo. Pero, ¿qué otras opciones tiene? Si se escapa lo hacía hacía un desierto donde le espera una muerte segura en cuestión de horas, ya sea de sed, de hambre, o por culpa del calor o el frío, no cree que sea capaz de aguantar más de un par de días sólo dando tumbos por esa llanura. Camina erguido, sigue sorprendiéndose a asimismo, y la rapidez con la que sus músculos se han adaptado a la nueva gravedad, sin embargo, aunque camina lo hace con mucha dificultad y teniendo la sensación de que en cualquier momento sus rodillas van a ceder y dejarlo tirado en el suelo. Lo hace con dirección a ese caserón que tiene delante, donde espera que alguien lo reciba. Tiene mucha sed y mucha hambre, son esos los dos únicos impulsos que en estos momentos lo mueven.

Al llegar a la puerta se para, confirma las dimensiones gigantescas de la casa, y tras algunas dudas decide probar a abrir la puerta. La empuja con su mano y se abre, pese a que pesa muchísimo, no sabe cual es material del que está hecha, pero no es metal ni madera, parece más roca, de la misma roca de la que está llena el suelo, como si la hubieren pulido y transformado en una puerta. Dentro no hay mucha claridad, las dos ventanas que dan a la vivienda se encuentran un poco tapadas, alguien las ha recubierto con una especie de tela oscura, vamos cortinas, por mucho de que haya cambiado de sistema solar las soluciones a los mismos problemas siguen siendo las misma. La temperatura en su interior baja drásticamente, el barro de la que está hecha y la poca luz que deja pasar a su interior la mantienen fresca, tanto que se le pone un poco la carne de gallina como consecuencia del cambio tan repentino de temperatura. Apenas puede ver, después de venir de una claridad tan intensa como la proporcionada por tres soles, el interior poco iluminado de la casa le ha dejado ciego, aunque sólo temporalmente, sus pupilas poco a poco empiezan a dilatarse y con su nuevo tamaño van captando la poco luz que hay, al final de ese proceso, es capaz de distinguir dos figuras al fondo de la casa apoyadas en una mesa enorme. Otra vez las malditas dudas, otra vez no sabe si acercarse hasta ellas o no, pero las opciones siguen siendo las mismas, ¿a donde va a ir?

Se acerca a ellas sin hacer apenas ruido, da cada paso con mucha cautela, además la gravedad tampoco es que le ayude a ir mucho más rápido. Son escasos metros los que lo separan de esas sobras con forma de araña a las que tiene no sólo un miedo infinito, sino también odio, en la encarnizada guerra en la Tierra se han convertido en feroces enemigos, por eso esto que está pasando no sólo le parece raro, sino impensable, hace tan solo tres días atrás todo lo que fuese acercarse a ellos sólo podría tener como objetivo matarlos, sin embargo míralo ahora, sin armas, caminando en son de paz hasta su enemigo tan acérrimo. 

Cuando por está junto a ellas no sabe que decir ni que hacer, pero lo peor de todo no es eso, lo peor es que nadie parece haberse dado cuenta de su llegada, o al menos, que nadie quiere hacerle caso. Son momentos de tensión infinita, segundos interminables en los que no sabe que hacer por culpa de no tener una daga de madera a mano. Finalmente hace lo que hace cualquier ser humano cuando quieren que le hagan caso y lo pide de una forma educada, carraspea con su garganta, hace que tose, y de forma repentina los ojos de araña de los dos niños enormes se clavan en los suyos.